Vivir es levantarse cada mañana con la ilusión de enfrentar un nuevo día. Sobrevivir es no querer que llegue ese mañana.
Vivir es entender que todo en la vida tiene una razón de ser.
Sobrevivir es enfrentar como se pueda el día a día con la
incertidumbre de que pasará el día de mañana.
Vivir es disfrutar al máximo de aquellos pequeños detalles que
te regala la vida. Sobrevivir es anhelar lo grande de la vida sin
apreciar y valorar lo minúsculo de ella.
Vivir es contemplar con alegría un atardecer y pensar que se
aproxima un nuevo día lleno de oportunidades. Sobrevivir es observar
ese mismo atardecer como un simple fenomeno mas de la sábia naturaleza.
El que vive ama, proyecta, avanza, ambiciona, persevera y
alcanza. El que sobrevive desprecia, retiene, retrocede, abandona,
desiste y se estanca.
El que vive es agradecido. El que sobrevive es ingrato.
Quien vive duerme tranquilo con la satisfacción de haber hecho lo
correcto durante el día. A quien sobrevive, la intranquilidad de no
haber hecho lo debido no le dejara dormir.
Quien vive deja su impronta en otros. Quien sobrevive, es egoísta
y no ve mas allá de su nariz.
Quien vive ama los cambios. Para quien sobrevive, lo lineal y
cotidiano son su máxima.
¿Como estas? ¡¡¡ … aquí sobreviviendo...!!!, si ésta ha
sido hasta ahora tu respuesta; te reto a que cambies el “chip”, y
a partir de hoy déjes de sobrevivir y comiences la excitante,
apasionante y arriesgada aventura de vivir.
Tu eliges: Vivir o Sobrevivir
Mauricio Álvarez
Jesús antes de morir, entre muchas otras cosas; eleva una
extraordinaria oración a su Padre clamando por sus discípulos. Tal
experiencia la podemos leer en el capitulo 17 del evangelio de Juan.
En el versículo 24, el escritor puntualiza entre otros; un
detalle en la oración de Jesús que me ha llamado
poderosamente la atención:”Qiero que donde yo estoy, ellos
también estén”
“DONDE YO ESTOY”
Note que no dice: “ donde yo voy a
estar” no; dice “ donde YO ESTOY es decir; da la idea que
Jesús esta hablando de un lugar determinado en un tiempo presente
continuo.
Jesús “estaba” en el mundo; pero
no pertenecía al mundo. Jesús vivió en un cuerpo mortal y temporal
pero estaba en una continua y extraordinaria dimensión espiritual.
El deseo profundo de Jesús era que sus
discípulos, igual que él; hicieran una vida absolutamente normal en
este mundo temporal, pero realmente viviendo en una dimensión
eterna, como lo hizo él.
Jesús habló de lo eterno; de la vida
eterna, del Reino de Dios, de lo que trascendía, es decir; para
Jesús lo eterno cobraba tal valor frente a lo temporal; que era
indispensable recordarlo una y otra vez, inclusive en oración a su
Padre.
Quienes hemos sido escogidos por el
Dios eterno, estamos obligados a entender, asumir y vivir lo eterno;
aunque vivamos en medio de lo temporal. Para esto nos eligió.
Cuando entiendes al eterno, te ocupas de lo eterno y decides vivir en la dimensión eterna; asumes los problemas, necesidades, aflicciones, tristezas y demás
situaciones que se presentan en tu vida como algo temporal, pasará. Lo temporal de este mundo jamas podrá manejar lo eterno,
mientras que lo eterno si puede controlar lo temporal.
Invierte tus recursos, tiempo, fuerza,
dinero, y tu vida en general; en lo eterno. Quien siembra en lo
eterno, recoge del eterno y de lo eterno. Quien se ocupa de sembrar
en lo temporal, recogerá de lo temporal, por tanto sera una cosecha
efímera, pasajera, momentánea y estacional.
Jesús oró diciendo: “DONDE YO
ESTOY” es decir, en la dimensión eterna. Es ahí donde Jesús nos
quiere ver mover a quienes hemos sido llamados por él.
Es en la dimensión eterna donde
ocurren los milagros. Es en la dimensión eterna donde se deja de ser
una persona ordinaria para convertirse en un hombre y una mujer
extraordinarios. Es en la dimensión eterna donde Jesús muestra su
proyecto de vida para ti. Es viviendo de acuerdo a los códigos
eternos como se alcanzan metas y propósitos en la vida.
Lo temporal se esfuma, se acaba,
envejece, se estropea, se oxida, se hurta, se daña, se termina, se
aleja y se muere; pero lo eterno camina hacia adelante, avanza,
logra, fructifica, alcanza, permanece y trasciende para vivir por
siempre jamás en un presente continuo como lo hizo Jesús.
Recuerda lo que Jesús pidió para sus
discípulos y para quienes por ellos en un futuro ibamos a creer: “Donde yo estoy, quiero que ellos
también estén”
Y tu... ¿donde estas?
Mauricio Álvarez
Quienes
hemos conocido de Jesús, normalmente le llamamos Padre o Señor, y en
otros casos le anteponemos la palabra ”Bendito” a las dos
anteriores, sin embargo pocas veces le llamamos AMIGO.
Sea
por formalismos o tradición evangélica, nunca o casi nunca llamamos a Jesús AMIGO.
Jesús
dijo a sus discípulos en una oportunidad: "Ya
no les llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su
señor; pero les he llamado AMIGOS,
porque todas las cosas que oí de mi Padre, se las he dado a
conocer." (Juan 15:15)
Abraham
fue “amigo de Dios” (Santiago 2:23) así de simple.
Cuando
le crees a Jesús, cuando abres honesta y sinceramente tu corazón a
él, cuando comienzas a tener intimidad con él, cuando le hablas en
tu propio lenguaje; con tus propias palabras, formas y maneras de siempre, cuando le cuentas tus fracasos, temores y miedos; pero también
cuando le haces partícipe de tus triunfos, risas y alegrías;
entonces entras a formar parte de su circulo íntimo de amigos;
teniendo derecho así a conocer lo que él como PERFECTO AMIGO QUE
ES tiene para ofrecerte, darte, revelarte y compartir contigo.
Jesús
es tu Padre, tu Salvador, tu Señor... pero también quiere
convertirse EN TU MEJOR AMIGO.
¿Quieres
que Jesús te diga lo que él tiene y quiere para ti? Conviértete
en su mejor amigo.
Recuerda:
“Al siervo no se le cuenta nada, al AMIGO se le confía todo”
Mauricio
Álvarez.